—O lo sueltas, o te endiño un garrotazo— siseó el hombre.

Ay Dios… este debe de ser el cascarrabias del abuelo pensó asustada Noelia mientras le veía blandir el bastón por los aires.

—Yayo Goyo… Yayo Goyo —llamó una niña castaña de ojos claros—. ¿Juegas conmigo a las muñecas?

La muchacha miró a aquella pequeña y supuso que era Ruth, la hermana pequeña del tocapelotas. Y antes de que el anciano pudiera responder a la cría, apareció una segunda muchacha morena pero con los ojos claros que, al ver la situación, dijo retirando a la niña y acercándose a su hermana Irene:

—Pero, abuelo ¿qué estás haciendo? Baja el garrote antes de que des a alguien.

La embarazada pensó Noelia al ver su enorme barriga.

El anciano, enfadado por como sus nietas se dirigían a él, garrote en mano gritó:

—¡Ehhhh… no sus revolucionéis todas a la vez que tengo pa toas! —Luego miró a la niña que estaba tras la embarazada y dijo—: Dame unos minutos y estoy contigo, mi lucero.

Noelia, parapetada tras el cuerpo de Juan que observaba la situación divertido, estaba sin palabras. ¿Verdaderamente les daría un garrotazo? Al final, Irene soltó la oreja de su hijo, el abuelo bajó el garrote y el crío corrió a los brazos de su salvador. Irene, enfadada, se volvió hacia Noelia.

—Ay Dios, disculpa a mi hijo y al bruto del abuelo. Son tal para cual.

Asomando la cabecilla tras el brazo de Juan, Noelia susurró asustada.

—No… no te preocupes. No ha pasado nada.

El hombre de la boina tras solucionar lo del niño, dio un paso adelante y apartando con premura a Irene y a Almudena de su campo de visión dijo al ver a su nieto:

—Pero si está aquí mi machote. Dame un abrazo.

Separándose de Noelia, Juan abrazó a su abuelo, y el anciano al ver la joven morena, preguntó con voz cascada por los años:

—¿quién es este gorrioncito?

Divertido, Juan soltó a su abuelo, y volviéndose hacia una apabullada Noelia la cogió de la mano para que diera un paso adelante.

—Es una amiga, abuelo —y dirigiéndose a ella dijo—. Noelia, este es el abuelo Goyo.

Noelia y el hombre se miraron y ella dijo tendiéndole la mano:

—Encantada, señor.

El anciano, acostumbra a conocer continuamente a amigos de sus nietas, pero nunca a una amiga de su nieto, se acercó a ella y dijo:

—De señor nada de nada yo soy el abuelo Goyo. —Y al ver que ella sonreía añadió—: anda dame dos besazos hermosa y déjate de apretones de manos que con toda la juventud que me rodea yo ya me hice a la vida moderna hace mucho.

Todos rieron, y el viejo, sin darle tiempo a que ella se moviera, le plantó dos sonoros besos y la cogió de la mano.

—Pero criatura ¡estás empapada como un polluelo recién salido del cascarón! Ven, acércate chimenea o te enfriarás.

Juan, al ver la mirada inquisidora de su hermana, dijo con rapidez antes de que su abuelo la arrastrase hacia dónde él indicaba:

—Noelia, esta es mi hermana Almudena.

La embarazada la besó con rapidez antes que su abuelo comenzara a andar a su marcha habitual. Una vez entraron en el enorme salón otros ojos curiosos se fijaron en ella y Noelia pasando por su lado, le saludó con la mano mientras el anciano la llevaba hacia la chimenea.

—Dame el abrigo que esta empapado y sécate esa melena o esta noche estarás tosiendo. Mi mujer murió de un resfriado hace años y si te soy sincero hermosa no me apetece asistir a tu funeral. Te conozco desde hace poco pero eres mu reguapa y buena moza para criar malvas.

Boquiabierta por aquella parrafada miró a Juan que hablaba con su hermana Almudena y este con una sonrisa le indicó que no se lo tuviera en cuenta. El abuelo cogió su abrigo y la miró de arriba abajo sus pardos y cansados ojos. Su nieto tenía un gusto exquisito. Segundos después se marchó con el abrigo colgado en su brazo y corrió tras el pequeño Javi que de nuevo volvía a tener la pelota en sus manos. Congelada de frío, Noelia acercó las manos hacia la chimenea, cuando una nueva voz desconocida dijo tras ella:

—Qué pasóte de botas ¡me encantan!

AI volverse se encontró con una joven muchachita muy parecida a la hermana mayor de Juan, Irene, pero con varios piercings en la ceja derecha. AI ver en su cuello un colgante en el que ponía Rocío recordó que la sobrina de Juan se llamaba así y preguntó:

—Eres Rocío ¿verdad?

—Sí.

—Encantada. Yo soy Noelia.

La muchacha se acercó a ella y agarrándola por los hombros le planto dos sonoros besos. Y al separarse de ella dijo:

—Hueles de muerte. ¿Qué perfume llevas?

Noelia que no recordaba qué perfume se había puesto, se olió a sí misma.

—La última fragancia de mi amiga Jenny. Huele genial, ¿verdad?

—¿Tu amiga Jenny hace perfumes? —preguntó Rocío extrañada.

Sin comprender porque mostraba extrañeza asintió con toda naturalidad.

—Bueno, la verdad es que J Lo es un crack. Tan pronto hace películas, cómo canta sola o con Marc, cuida a sus gemelos o le saca una línea de ropa. Es una de las personas más creativas que conozco, puedo asegurártelo.

La muchacha seguía sin comprender.

—¿Hablas de Jennifer…? ¿Conoces a Jennifer López?

Al comprender que había metido la pata hasta el fondo, Noelia buscó una salida rápida.

—Eh… ¿te he engañado? —y al ver que la joven asentía sonrío y respondió—: Qué va, ya quisiera yo. Pero sí, el perfume que llevo es su última fragancia.

—¡Que fuerte! Es justo el perfume que yo quería el otro día que fuimos de compras. Pero hija, mamá al ver su precio me dijo que era un perfume demasiado caro para una adolescente sin oficio ni beneficio como yo. Que ese perfume solo se utilizaba para momentos espéciales y yo… pues según ella no tengo aún esos momentos.

Divertida, acercándose a la joven, le susurró en el oído:

—El próximo día que te vea te lo traigo. Yo tengo otro frasco igual en el hotel.

La cara de rocío fue de auténtica satisfacción. A partir de ese momento la amiga de su tío se había ganado totalmente su corazón.

—Por cierto, siento el balonazo que te ha dado el monstruito de mi hermano. Se cree el futuro Iniesta de la familia y bueno… me tiene harta.

—No te preocupes. No me hizo daño —y con curiosidad preguntó—: ¿Quién es Iniesta?

—¿No sabes quién es Iniesta? —preguntó Rocío sorprendida.

—No.

—¿De verdad que nunca has escuchado eso de «Iniesta de mi vidaaaaa»?

Noelia hizo memoria durante unos segundos.

—Pues no.

Rocío la miró divertida.

—¿Pero en qué mundo vives? Iniesta es quien metió el gol en los mundiales de fútbol. Gracias a su golazo somos los campeones del mundo. ¿De verdad que no lo sabías?

Tratando de no parecer una completa idiota, Noelia sonrió y, como buena actriz que en, indicó de lo más convincente:

—Ay, es verdad… qué tonta soy. A veces soy tremendamente despistada y como el fútbol no es algo que me encante pues lo había olvidado, pero si… sí ¿cómo no voy a saber quién es Iniesta?… Por Diossssssss.

—Oye… ¿Puedo hacerte una pregunta?

—Sí.

—¿Eres la novia de mi tito?

—No —respondió con rapidez tocándose las gafas con incomodidad.

—¿Pero sales con él o algo así?

—No. Solo somos amigos.

Acercándose basta ellas, la pequeña Ruth cogió la mano de Noelia y dijo enseñándole su mellada dentadura:

—Eres muy guapa. Tanto como la novia de Casillas y me gusta que seas la novia del tito. ¿Os vais a casar?

—No… yo no soy su novia, ni nos vanos a casar —respondió buscando con premura a Juan, que al ver su mirada de socorro y a sus dos sobrinas a su lado acudió en su ayuda.

—¿Todo bien? —preguntó al llegar junto a ellas.

Noelia asintió y Rocío mirando a su tito preguntó:

—Le estaba preguntando si erais novios.

—Y yo le pregunté que si os ibais a tasar —finalizó la pequeña Ruth.

—Increíble —susurró Juan conteniendo la risa—. Sois las dignas hijas de vuestra madre. Pero vanos a ver ¿yo no puedo tener amigas?

—Sí —respondieron al unísono.

—¿Entonces? —reclamó él.

—Tito, has dormido con ella —sentenció la pequeña Ruth—. Y cuando uno duerme con alguien y se da besos de amor pues se tiene que casar.

Rocío miró a Juan y cubrió las orejas de su pequeña hermana con las manos para evitar que oyera lo que iba a decir.

—A ver tito, yo tengo amigos pero no me acuesto con ellos ¿vale? —Al ver la cara que se le quedó, la joven sonrió y continuó—. Escuchamos a mamá contarle ala tía Almudena, que te habías acostado con ella en tu casa. Y ahora, al verla aquí con la familia, nos da a pensar que sois algo más que amigos.

Y acto seguido, se alejó con su hermana.

Noelia se tapó la boca para no reír.

—Son niños, y por norma dicen lo que piensan. No se lo tengas en cuenta.

—Mataré a Irene… —gruñó él— La mataré por lianta y…

Pero no pudo continuar, un hombre alto de pelo canoso entró en el salón con un mandil atado a la cintura y una espumadera en la mano. Al verles, se dirigió hacia ellos.

—¡Ya habéis llegado! —dijo alegremente.

—Sí. Aquí estamos —dijo Noelia nerviosa en un hilo de voz.

Aquel hombre de aspecto imponente, indudablemente, era el padre de Juan. La altura, el cuerpo y el color de ojos le delataban. Soltando la espumadera encima de la mesa, el hombre se limpió las manos en el delantal y tras darle un cariñoso abrazo a su hijo, miró a la joven y dijo acercándose a ella:

—Un placer conocerte. Soy Manuel, el padre de Juan, y estoy encantado de que estés aquí con la familia.

—Encantada señor, mi nombre es Noelia.

Con una cordial sonrisa, nada fría, como le indicó Juan un rato antes, el hombre se agachó hacia ella y le indicó: