—Madre mía, si fueras rubia y tuvieras los ojos claros, serías clavadita a ella— ¿No te lo habían dicho nunca?
Sintiéndose medio descubierta, la joven, sacó a relucir sus dotes artísticas.
—Vale… lo confieso. Alguna vez me lo han dicho pero…
—¡¿Estela Ponce?! —preguntó Carlos abriéndose paso entre ellos con su hijo en brazos.
—Sí… mírala bien, churri ¿no te la recuerda? —dijo su mujer.
Carlos clavó sus ojos en aquella muchacha morena. Después miro a su desconcertado amigo, que miraba hacia otro lado. No podía ser ¿como iba e estar ella allí? Además, la actriz de Hollywood era rubia y de ojos claros y aquella era morena de ojos oscuros.
—Mírala bien, churri— insistió Laura a su, de pronto, acalorado marido—. ¿No crees que se parece a ella? Mira su nariz, su mandíbula, es casi tan perfecta como la de la Ponce.
Manuel captó el gesto de su hijo, e interponiéndose entre ellos, preguntó atrayendo la atención:
—¿Queréis tarta? La hizo Irene y ya sabéis que es una magnifica repostera.
Laura aceptó sin dudar y se alejó de Noelia. Carlos, en cambio, se aproximó a su amigo.
—Nenaza ¿en qué lío te estás metiendo? —le susurró al oído.
Juan no tuvo ni que responder. Una mirada bastó. Carlos resopló y volvió a mirar a la joven con detenimiento.
—Irene… dame tarta y que sea doble ración. La necesito —dijo.
27
El resto de la noche Noelia les demostró a Juan y a todos que, además de ser una muchacha guapa, era cariñosa y sabía escuchar. Estuvo pendiente de todos y todos fueron encantadores con ella. Almudena, la embarazadísima hermana de Juan, comentó que al día siguiente tenía que ir a Guadalajara a comprar cosas para el bebé, y Noelia, rápidamente, le preguntó si podía acompañarla. Encantada por aquel ofrecimiento Almudena asintió y quedaron para el día siguiente.
Según pasaba la noche Noelia se dio cuenta que aquella familia nada tenía que ver con la descripción que Juan le había dado en el coche, y cuando se lo susurró a él, este no pudo por menos que sonreír.
—¿Por qué me mentiste sobre tu familia? Son geniales y totalmente diferentes a lo que me describiste —dijo mirando a Lolo, el marido de Irene, que no había abierto la boca.
—Lo sé —rio él—, Pero quería que lo descubrieras por ti misma.
Cuando Noelia vio que Almudena se levantaba y empezaba a llevar platos a la cocina, la imitó. Quería ayudar.
Almudena al verla entrar en la cocina con varios vasos rápidamente dijo:
—¿Podrías meterlos en el lavavajillas? Así nos ahorramos trabajo.
—Ahora mismo.
Al ver la buena disposición de la amiga de su hermano esta sonrió.
—Por cierto ¿qué quieres comprar mañana en Guadalajara? le preguntó curiosa.
—Necesito encontrar una tienda de música —rio al decirlo—. Tu hermano necesita conocer algo más que el ruidoso heavy metal.
Tras soltar una carcajada Almudena añadió:
—Hombre… me alegra oírte decir eso, porque hija, cada vez que voy a su casa o monto en su coche, me vuelve loca con esa música. ¡Qué horror! Para su cumpleaños le regalé el último CD de Sergio Dalma ¿le conoces?
—No. ¿Es música heavy también? —preguntó con sinceridad.
—No, por Dios —rio Almudena—. Es un cantante español que me encanta y que a él le gustaba hace años, ¿no le conoces? Sacó a la venta un nuevo CD que es un recopilatorio de música italiana y es estupendo. Se lo regalé para poder escuchar algo decente cuando voy a su casa. Dile que te lo ponga, verás que bien suena.
—Ajá. Tomo nota. Se lo diré.
Durante un buen rato charlaron y cacharrearon en la cocina, hasta que de pronto Noelia la escuchó resoplar.
—¿Qué ocurre? —preguntó alarmada.
Almudena apoyada en la mesa, con una mano sobre su tripa, murmuró tras beber un vaso de agua:
—Tranquila. Es solo una patadita del búho.
—¡¿Búho?!
Al escucharla Almudena sonrió y aclaró.
—Así lo llamo de momento. Hoy mi búho está guerrero.
—¿De cuánto estás?
—De ocho meses y seis días. Salgo de cuentas el 6 de enero. —Y sonriendo murmuró—: Él o ella será mi regalo de reyes.
—Maravilloso regalo, ¿no crees?
Almudena acarició su abultado vientre con dulzura.
—Sí aunque ¿tú has visto como estoy? Soy un verdadero hipopótamo.
Ambas sonrieron. Realmente Almudena estaba tremenda.
—He engordado quince kilos con el embarazo y temo no volver a ser quien fui tras esta experiencia.
—Tranquila, ya verás cómo sí. Mi amiga Jenny tuvo gemelos y eso mismo pensaba ella. Sin embargo ahora esta aún más guapa que antes de tenerlos.
—Eso espero. O no me mirará ni un solo hombre nunca más.
—¿Estás llevando tu sola el embarazo?
—Sí. A veces es mejor estar sola que mal acompañada.
Ambas sonrieron y Noelia, enternecida, se aproximó a ella.
—Creo que eres muy valiente, y estoy segura de que tu búho sabrá recompensártelo con su cariño.
—Eso espero —murmuró Almudena encogiéndose de hombros—. Yo solo quiero que aunque tengamos poquito, sea verdadero. Prefiero eso a tener mucho y falso. Y eso es lo que hubiéramos tenido mi búho y yo si hubiera continuado con su padre.
Aquel comentario hizo que a Noelia se le pusiera la carne de gallina. Eso era lo que ella siempre había pensado. Prefería la humildad y el cariño de su abuela, a la pomposidad y falsedad de vida que su padre quería para ella.
—Por cierto, no sabes el sexo del búho ¿verdad?
—No. No quiero saberlo. Quiero que sea sorpresa. Lo que realmente me importa saber es que está bien y que todo sigue su curso. El sexo para mí es lo de menos.
—Uiss… pues yo no podría vivir con esa incógnita. Si alguna vez me quedara embarazada necesitaría saber si es niño o niña inmediatamente.
La puerta de la cocina se abrió y entró Irene con más platos sucios.
—¿Os podéis creer que hoy he estrenado esta faldita tan mona y mi marido ni se ha dado cuenta? ¡¡¡Hombres!!!
Noelia y Almudena observaron la faldita mona. Aquello que llamaba mona, era la cosa más horrible que habían visto en su vida. De tablas y azulona.
—A ver, Irene, no te enfades —dijo Almudena sentándose en una silla—. Pero es normal que no te diga nada. Es horrible. Vamos, ni una monja se la pondría.
Irene, sorprendida, miró a su hermana y gruñó.
—¿Cómo puedes decir eso? La compré el otro día en modas Encarni y me dijo que era de la última colección.
Noelia prefirió no decir nada. Si aquella horrible falda era de ultima colección, no quería ni pensar qué sería de colee.
—Me parece a mí que Encarni, tiene un morro que se lo pisa y os vende lo que le da la gana —se mofó Almudena—, ¿Cómo puede decir que esto es moderno y actual? Pero por Dios, Irene, que os engaña como a chinas.
—Pues yo la veo mona y tiene un paño muy agradable al tacto —respondió Irene tocándose la falda— ¿Tú qué piensas Noelia?
Al escuchar su nombre esta se tensó. No quería quedar como una maleducada ante nadie y menos aún ante la hermana de Juan, así que hizo acopio de diplomacia:
—No es mi estilo.
Almudena soltó una risotada y dijo para atraer la mirada de su hermana:
—Vamos a ver, Irene, sobre mí no vamos a hablar porque en estos momentos soy como el muñeco de Michelin, y la antítesis del glamurazo, pero ¿qué te parece el estilo que lleva Noelia? ¿Te gustan su vestido y sus botas?
Tras escanearla con la mirada de arriba abajo respondió:
—Sí. Me encantan.
—¿Y por qué tú no te compras algo así en vez de faldas, zapatos y camisas de monja? Y esto ya sin hablar de tus bragas que son peores que las que llevo yo de cuello vuelto —aquello hizo reír a Noelia—. Leches Irene… no me extraña que Lolo no te mire, es que me llevas últimamente unas pintas terribles. Y no me mires con esa cara de perro pachón, porque esto mismo te lo dijimos Eva y yo la última vez que dijiste que habías ido a la peluquería y Lolo ni te miró.
—Yo no necesito ir tan arreglada como ella y…
—Irene. ¿Realmente crees que voy muy arreglada? —preguntó sorprendida Noelia al mirar su vestido y sus botas de tacón negras de caña alta.
—Pues sí. Si te pones esto para venir a cenar a casa de mi padre… ¡qué no te pondrás para ir a una boda!
Aquello hizo sonreír a Noelia. Si viera los modelazos que ella solía ponerse para acudir a fiestas ¡se quedaría sin palabras!
—Pero vamos a ver, alma de cántaro —protestó Almudena—, Noelia lleva un vestidito actual con unas botas modernas. Caritas, porque se ven buenas, pero vamos, actuales. Eso no quiere decir que vaya de boda. Eso simplemente quiere decir que se preocupa por ponerse algo que le quede bien. Algo con lo que se siente a gusto. Algo con lo que gustar. ¿No has pensado nunca comprarte nada parecido?
—Pues no. ¿Para qué quiero yo algo así?
—Pues para que Lolo se fije en ti y tú no protestes de que te compras algo y él no se da ni cuenta. Para sentirte actual. Para sentirte femenina, joder, Irene, la próxima vez que quieras comprarte algo dímelo y voy contigo de compras. Pero no a modas Encarni. Cogemos el coche y nos vamos a la tienda de mi amiga Alicia, a Guadalajara o a Madrid.
—Vale… vale… —sonrió.
—Hermanita, tienes cuerpazo, el problema es que no sabes adornarle. Ojalá tuviera yo tu altura y tus tetorras, pero no, yo soy más bajita y porque estoy embarazada, porque si no estaría más lisa que la tabla de planchar y lo sabes —aquello las hizo reír—. Estoy segura que si te pusieras el vestido y las botas de Noelia, a Lolo se le caería la babilla y no te quitaría el ojo de encima. Lo sé, y tú lo sabes ¿verdad?
Colorada como un tomate, Irene finalmente asintió.
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