—Esa carita de perrilla apaleada me deja sin habla. Queen, alegra el gesto.
—Lo sé Tomi… pero es que me da tanta pena irme que yo…
—Es fácil. Quédate —se mofó Menchu ajena a lo ocurrido.
—Mira, honey, el amor es como una paloma, viene, se caga y después se va. ¿Acaso todavía no te has dado cuenta?
Noelia asintió. Desde hacía años su corazón estaba cerrado con una puerta acorazada, pero sin saber por qué Juan había conseguido traspasarla.
—Qué bueno Tomi —rio Menchu—, Nunca había escuchado hablar así sobre el amor.
—Uis pues como se lance, puedes escuchar burradas mil —se mofó Noelia.
Sin prestarles atención el joven rebañó su plato con pan y dijo:
—Menchu eres lo más… pero te odiaré cuando me pese tomorrow y vea que he engordado five kilos. Por el amor de my life ¡qué rico está todo!
—Me alegra saber que os gusta el sitio donde os he traído.
—La salsita del cordero está… ¡increíble! —asintió la joven actriz mojando pan en aquella exquisita salsa.
—Yo me quedo con el asado de cordero y la sopa castellana ¡qué maravilla! Rio —Tomi.
Menchu encantada por lo mucho que la comida de su tierra les había gustado bajó la voz y levantándose murmuro;
—Voy al baño. Por cierto si os ha gustado la comida, esperad a probar las yemas de Doncel o los bizcochos borrachos ¡son la bomba!
—La bomba de calorías querrás decir —se mofó Tomi al ver al carnero acercarse con el carrito de los postres.
En el mismo restaurante, pero en otro comedor, Carlos Laura, Paula y Juan, también cenaban. Todos reían ante las ocurrencias de Laura pero Juan no tenía la cabeza al cien por cien con ellos. Inexplicablemente no podía dejar de pensar en la joven estrella de Hollywood a pesar de que Paula ya había desplegado sobre él todas sus armas de mujer. Intentó centrase en ella, pero le era imposible. Cada vez que Paula le besaba, aquellos labios se le antojaban vacíos y sin gracia a pesar de que él los aceptaba. Los devoraba deseoso de disfrutarlos como siempre lo había hecho, pero su cuerpo no reaccionaba. No se excitaba y eso le molestó.
De pronto, Juan vio pasar a la recepcionista del parador por el pasillo. ¿Menchu en aquel lugar? Verla allí le alertó y se levantó disculpándose. Con disimulo se asomó a varios de los comedores que el asador tenía hasta que la vio. Ella, la mujer que tenía presente en la mente a cada instante, estaba allí. Un regocijo extraño inundó su cuerpo y su entrepierna reaccionó. Verla sonreír fue suficiente para que se excitara. Feliz por aquel descubrimiento se encaminó a los baños. Esperaría a que Menchu saliera y se haría el encontradizo.
—Hola Menchu.
La joven se sorprendió de que recordara su nombre y le saludé con una radiante sonrisa:
—Hola.
—¿Cómo tú por aquí?
—Ya ves, cenando con unos amigos.
Sin tiempo que perder él preguntó aun sabiendo la respuesta.
—¿Esta Noelia aquí?
—Si, estamos haciendo una cena de despedida. Mañana se va.
Al escuchar aquello a Juan se le contrajeron las tripas, ¿cómo que se iba? Pero sin querer manifestar su malestar respondió con una sonrisa.
—Lo sé, me lo dijo y me gustaría despedirme de ella. ¿Iréis a tomar una copa después?
—Sí. Hemos hablado de ir al Croll. Le gustó la otra vez que fuimos y hemos hablado de pasar por allí.
Contento por saber dónde localizar a la joven antes de su marcha, Juan se acercó a Menchu y tras darle un beso en la mejilla, que la hizo ponerse colorada como un tomate, le susurró:
—No le digas que me has visto. Quiero darle una sorpresa.
Dicho esto se alejó y Menchu acalorada por el acercamiento mantenido con aquel hombre regresó a la mesa donde sus nuevos amigos atacaban con primor los postres.
32
Tomi, que no había estado en el Croll, se sorprendió al encontrar un bar repleto de gente guapa y con ganas de pasarlo bien. Durante más de una hora los tres amigos bailaron y disfrutaron de la música. Noelia no quería pensar en Juan, pero igual que le pasaba a él, le era imposible. Cada vez que veía a un hombre alto y moreno su corazón latía a mil por hora. Aunque cuando comprobaba que no era quien en el fondo anhelaba ver, la decepción la superaba. Todo en ella era contradicción. Deseaba verle, pero no quería verle. Quería besarle pero no deseaba besarle. ¿Qué la estaba pasando?
—Uis my love —cuchicheó Tomi—. Esta noche aquí hay un meneo de antología, pero siento reconocer que ninguno es como my Peterman.
—Vaya Peterman ¿te ha cagado en el corazón? — se mofó Noelia al recordar lo que él dijo sobre las palomas.
—¡Perra! —rio aquel al escucharla.
—Eh… hola —saludó de pronto una muchacha acercándose a ellos.
Era Eva, la hermana de Juan, quien tras recibir la llamada de Menchu e informarle que estaría allí, se había animado a acudir al local. Noelia sonrió al verla. Eva era una muchacha muy simpática y lo comprobó el día que la conoció. Con ella era fácil hablar. No como con el borde de su hermano.
Cogiéndola del brazo con familiaridad Noelia se acercó a su primo y dijo:
—Tomi, te presento a Eva. Ella es hermana de Juan —y mirando a la muchacha dijo—: Él es mi primo.
—Encantada —y observándole indicó—. Me encanta la camisa de Gucci que llevas ¡es preciosa!
Contento porque alguien se fijara en aquello, contestó el presumido de su primo.
—Uis… qué lady más mona. Pues la camiseta que llevas de Custo es una divinidad.
—¿A que es una monada? —contestó tocándose la camiseta con una sonrisa de oreja a oreja.
—¡Ideal! —asintió aquel.
Si algo le volvía loco a Tomi era la moda, algo que a Eva le apasionaba. Mientras ellos hablaban de diseñadores, pasarelas y demás, Noelia paseó su mirada por el local, cuando el corazón se le paró de repente. Al fondo de la barra estaba Juan con unos amigos y, muy a su pesar, descubrió que estaba de nuevo con la pechugona del parador, que no paraba de besuquearle por el cuello.
Maldita sea. ¿Por qué hoy ha tenido que venir justamente aquí?
Irritada retiró la mirada. Pero inexplicablemente sus malditas pupilas volvían a buscarle ¡y le encontraban!
No… no… no quiero mirarle pensó enfadada.
Desde su posición Juan se percató de que ella le había visto. Lo supo cuando la vio retirar la mirada con brusquedad con el entrecejo fruncido. Estar con una mujer tan ardiente como Paula, le hacía sentir que controlaba la situación, pero al mismo tiempo se asqueaba porque quien quería que le estuviera tocando o besando estaba al otro lado de la barra. Ofuscado, cogió su cerveza y le dio un buen trago. Lo necesitaba.
—Vale capullo. Ahora entiendo por qué querías venir de nuevo al Croll —murmuró Carlos apoyándose junto a él.
—No me jodas tú ahora ¿vale?
Su amigo sonrió y dijo:
—¿Pero no me habías dicho que lo tuyo con ella estaba finiquitado?
—Y lo está… —resopló al ver como ella se retiraba un mechón salvaje que había caído sobre su mejilla. Con una sensualidad que lo dejó para el arrastre observó cómo se colocaba aquel mechón tras la oreja dejándole el camino libre para poder admirar la bonita y sensual curvatura de su cuello.
La boca se le resecó y tuvo que beber otro trago de su cerveza. Carlos sonrió, y con cuidado de que no le escuchara ni su mujer ni Paula cuchicheó:
—¿A qué estás jugando?
—A nada.
—¿Seguro?
—Seguro —afirmó aquel.
Pero su ceño fruncido y su mandíbula tensa no decían lo mismo.
—¿Tengo que ir comprándome la pamela para la boda? —preguntó Carlos mofándose.
Al escuchar aquello, Juan con gesto tosco siseó:
—Deja de decir tonterías ¿quieres?
—Joder Juan que ella es…
Sin dejarle terminar la frase el espetó:
—Sé quiénes, por lo tanto, cierra el pico ¿entendido?
—Vale, pero déjame decirte que es impresionantemente guapa y…
Incómodo por la situación fue a responder, pero Paula acercándose de nuevo a él se puso de puntillas y le besó.
Sofocada por la escena, Noelia maldijo. ¿Por qué? ¿Por qué tenía que sentirse como una quinceañera a la que le habían quitado el noviete cuando ella, solo por ser quien era, podía tener al hombre que quisiera? Acabada su bebida se pidió otra. Necesitaba refrescar su garganta seca.
Eva que observaba con curiosidad a Noelia, se percató de lo que ocurría cuando al mirar al fondo de la barra vio a su hermano. Eso la hizo sonreír y acercándose a ella cuchicheó:
—Si pasas de él, te aseguro que se interesará más por ti.
—¿Cómo dices?
—Es mi hermano y le conozco. Pero también es un hombre y chica, todos funcionan igual. Y también te diré que la mujer que está con él no es su tipo.
—¿Y cómo puedes tú saber eso?
Eva sonrió y contemplando como su hermano se dejaba mimar por aquella murmuró con desgana:
—Paula es una mujer demasiado liberal para él. Y ojo, yo no soy ninguna mojigata. Pero, curiosamente, tengo unos amigos de Madrid que la conocen, y me han comentado y enseñado algunas cosas de ella que yo no creo que Juan sepa. Si él fuera consciente de la clase de vida que suele llevar esa pechugona en Madrid ¡otro gallo cantaría!
—¿Quizá lo sabe y no le importa? —insistió Noelia quien retiró la mirada de la parejita al ver como aquel sonreía ante algo que aquella le decía,
—No. Te aseguro que mi hermano no lo sabe, pero creo que al final va a acabar enterándose.
Ambas sonrieron por aquel comentario y Noelia, al recordar lo que llevaba en el bolso, dijo para cambiar de tema:
—Recuérdame que luego te de unos CD de música para que se los des a Juan. Mañana regreso a Los Angeles y los compré para él.
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