—Es que va a entrar en erupción —cuchicheó la joven actriz . Pero mantén la calma o tu hermana se pondrá histérica y será ella la que entre en erupción.

—Noelia se levantó y fue al baño. Se lavó las manos y deseó quitarse la peluca, pero no podía, si hacía eso todo se liaría aun mas. Se echó un poco de agua por la cara para tranquilizarse. Almudena necesitaba ayuda y ella la ayudaría. Antes de salir cogió más toallas limpias que vio sobre un mueble, seguro que las necesitaría. Regreso al salón y tras hacer que la parturienta levantara el pompis y lo pusiera sobre varias de las toallas, se posicionó entre sus piernas, y tras suspirar y ver como la pobre se retorcía de dolor preguntó a una descolorida Eva:

—¿Crees que debemos animarla a que empuje?

Pero no hizo falta proponérselo. De pronto Almudena con una fuerza descomunal comenzó a empujar ante ellas.

—Ay, Dios mío. ¡Ay, Dios mío que sale algo por ahí! —gritó Eva.

Noelia, tragando saliva con dificultad, agarró la mano de Almudena que empujaba como una loca cuando Eva, blanca como la cera, volvió a gritar.

—¿Qué es eso? Joder… joder… ¿qué sale de ahí?

—Agua… quiero beber agua —suplicó Almudena agotada.

Noelia intentando no gritar a pesar de como la parturienta le retorcía la mano respondió.

—Eso debe ser la cabeza del bebé.

—¿Esa cosa pegajosa? —gritó Eva fuera de sí.

—¿Le estás llamando cosa pegajosa a mi búho? —gruñó la parturienta. Noelia miró a la blanquecina hermana y tras darle un golpe para hacerla reaccionar sugirió:

—Eva, dale agua a Almudena y refréscala.

Pero la joven estaba tan trastocada, tan fuera de sí por lo que estaba viendo, que el vaso de agua en vez de acercárselo a su hermana se lo bebió ella del tirón.

—Por Diosssssss… Por Dios… mañana mismo voy al ginecólogo y que me lo cosa. No volveré a dejar que ningún tío se acerque a mí por mucho morbo que me dé. Pero… pero… ¿pero tú has visto como se pone esooooooooooooo?

Almudena, incapaz de escuchar un segundo más a su desconcertada hermana, la asió con fuerza de la mano y gritó fuera de sí:

—Como no te calles, la que te va a coser la boca voy a ser yoooooooo… ¡Me estás asustando! Ahhhhh que me viene otra contracción.

Durante unos segundos que a las tres se les hizo interminables Almudena empujó y empujó mientras Las tres gritaban asustadas.

—¿Dónde están los del puto Samur cuando se los necesita? —preguntó Eva. y al fijarse con atención entre las piernas de su hermana gritó de nuevo—: ¡Ay Dios mío que ahora sale algo baboso!

—No es algo baboso es mi búho —aulló la parturienta acalorada.

Incapaz de estarse quieta, Noelia soltó la mano de Almudena.

—Cógele de las manos con fuerza —le ordenó a Eva—. Y tú, Almudena, ¡empuja!. ¡Empuja! que el búho ya está aquí.

Como si la vida le fuera en ello la joven y futura mamá chilló junto a su asustada hermana y tras tres empujones que parecieron llevarse su vida, el bebé salió. Noelia lo cogió con manos resbaladizas e instantes después el bebé comenzó a llorar. Aquel lloro hizo que las tres jóvenes se miraran y comenzaran a reír entre sollozos. Eva, emocionada, abrazó a su hermana y Noelia con lágrimas en los ojos susurró:

—Vaya…

—¿Está bien? ¿Está bien mi bebé? —gimió Almudena.

—Creo… creo que sí…

—¿Qué es? —preguntó sin resuello la madre.

Con una sonrisa triunfal por haberlo conseguido, Noelia la miró y enseñándole al bebé dijo llena de satisfacción:

—Es un niño. El búho es un precioso y guapísimo niño.

—Además de pegajoso —añadió Eva abrazando a su hermana.

Instantes después los médicos del Samur entraron en el salón y apartando a las dos jóvenes hacia un lado, se encargaron de la mamá y el bebé, mientras Noelia y Eva se abrazaban emocionadas.



















41

Aquella noche, cuando regresaron del hospital, donde todos se felicitaron por el nacimiento del bebé de Almudena, en la cocina de la casa de Juan, Noelia hablaba con un tal Max por teléfono. Él preparaba unos filetes de pollo a la plancha y derretía mantequilla en un cazo con leche. Intentaba concentrarse en lo que hacía, pero se le hacía difícil al escuchar a la joven que estaba sentada sobre la mesa de la cocina divertida y muerta de risa.

Noelia, por su parte, tampoco podía prestar total atención a Max Nixon, su representante. No podía dejar de observar a Juan. Ver cómo cocinaba y se movía con seguridad por la cocina, era una de las cosas más sexys que había visto en su vida. Su ceño fruncido al salar el pollo y su concentración al ponerlo en la sartén le hizo sonreír. Diez minutos después cerró su móvil, se bajó de la mesa de un salto, le dio un manotazo en el trasero para llamar su atención y preguntó:

—¿Puedo ayudarte en algo? Eso sí… facilito porque ya sabes que la cocina no es lo mío.

Él sonrió, quiso preguntarle quién era ese tal Max, pero calló y sugirió:

—¿Qué tal si preparas el puré de patatas?

—¡Perfecto!

Ver su entusiasmo ante cualquier cosa cotidiana, era algo que a Juan le dejaba K.O., y sacando del armarito de arriba la caja de puré instantáneo se lo entregó y dijo:

—En el segundo cajón, a tu derecha, encontrarás cucharas de madera para mover los copos en la leche hasta que espese.

Durante unos minutos ambos se mantuvieron en silencio hasta que de pronto ella dijo.

—Qué fácil ha sido preparar el puré. ¡Es facilísimo!

—Me alegra saberlo —sonrió Juan dando la vuelta al pollo mientras ella se sentaba en una de las sillas de la cocina.

Mirándola por el rabillo del ojo observó que se miraba las uñas y preguntó.

—¿Buenas noticias?

—Era Max. Mi representante. He recibido dos estupendas ofertas por dos películas y está contentísimo. —Al ver que él sonreía murmuró—: Y sí… lo reconozco, yo también estoy contenta. Rodar con Morgan Freeman y Denzel Washington me apetece mucho. Son excelentes actores y profesionales y sé que con ellos tendré un buen rodaje.

Al ver que él no decía nada, ni la miraba, continuó:

—Por cierto, cuando regrese y le diga a mi nutricionista todo lo que he comido estos días ¡me va a matar!

Limpiándose las manos en el pequeño delantal oscuro que llevaba Juan atado a la cintura, la miró, y preguntó.

—¿Tienes nutricionista?

—Oh, sí ¿acaso lo dudabas? —Él no respondió—. Necesito controlar las calorías si quiero mantenerme en este peso. Como ya te dije, mi público espera de mí que no cambie durante muchooooooooo tiempo.

—Increíble —se mofó él apagando la vitrocerámica.

Una vez colocó las porciones de pollo en dos platos, cogió el cazo donde ella había hecho el puré y al no poder sacar la cuchara, la miró y preguntó:

—¿Cuánto puré has echado?

—Un sobre entero. ¿Me he pasado?

Juan se dio la vuelta divertido e intentando sacar la cuchara del cazo dijo con una sonrisa:

—Creo que sí. Ha espesado tanto, que esto vale como cemento para la construcción.

Levantándose de la silla Noelia miró aquella pasta dura e hizo un gesto que le provocó una carcajada a Juan.

—¿Lo ves? Lo mio no es la rocina.

Media hora después. Tras cenar el pollo con una improvisada ensalada que el preparó los dos se encaminaron hacia el sofá del salón con una copa de vino para ver una película, mientras Juan continuaba riéndose de ella por lo del puré.

—Si alguna vez decides buscar otro oficio, recuerda, como obrera de la construcción preparando cemento no tienes precio.

Con una sonrisa en los labios se sentó en el sofá justo en el momento en que le sonó el móvil.

—Hola Anthony, ¿cómo estás, cielo? —saludó consiguiendo que Juan la mirara ceñudo.

Durante veinte minutos ella rio y habló con un tal Anthony mientras Juan, tirado en el sillón, cambiaba de canal en busca de algo que le entretuviera y su humor se oscurecía por momentos. Oírla reír y hacer planes con aquel para cuando regresara a Los Angeles, no le estaba gustando absolutamente nada.

Guando la conversación acabó y ella se despidió, para su gusto, demasiado cariñosa, su humor había cambiado, pero intentó disimularlo. ¿Qué le pasaba? ¿Acaso una de las condiciones que él mismo había exigido no era aquello de «Sin reproches»? Noelia, sin ser consciente de lo que pensaba, con una sonrisa de oreja a oreja se acurrucó junto a él para ver la televisión.

—¿Qué ves?

—Aún nada. Estoy cambiando a la espera de encontrar algo bueno.

—Esta película me gusta mucho —exclamó ella de pronto señalando el televisor.

—¿Cuál?

—Siete días y siete noches. Harry está estupendo y…

—¡¿Harry?! —preguntó él mirándola.

—Harrison Ford. ¿No le conoces?

—Ah… el actor —dijo Juan encogiéndose de hombros.

—Es un cielo de hombre. Hace unos meses estuve con él y unos amigos dando un paseo en su avioneta y lo pasamos muy bien.

—No me gusta Harrison Ford como actor —mintió él, cambiando de canal.

—Pero si es buenísimo —insistió ella.

—Pues a mi no me gusta —zanjó el tema él.

Durante unos segundos ambos permanecieron callados hasta que ella volvió a decir.

—Oh, Dios ¿has visto esta serie alguna vez?

—¿House?

—Sí… es que no sabía si se llamaba igual en España. Bueno… bueno, el papel que hace Hugh de doctor antipático y sarcástico me encanta. Lo que me puedo reír con él cuando me cuenta sus peripecias. Cada vez que coincidimos en alguna fiesta nos morimos de risa los dos.

Juan volvió a cambiar de canal sin comentar nada y ella de pronto gritó.

—¡¡Alatriste!! Uooo, qué guapo que sale Viggo Mortensen en esta película. De verdad, tendrías que conocerle. Es un tipo maravilloso y muy simpático. Ni te cuento la que se lió con mis fans cuando fuimos a…