Aquel tono de voz y en especial como la cría se hacía notar hizo que las hermanas se miraran y Eva en tono de guasa dijera:
—Vayaaaaaaaaa… me parece que hoy no hemos barrido bien y tenemos la casa llena de pelusilla.
Consciente de la carita de le pequeña, Noelia sonrió y asiéndola del brazo le preguntó:
—¿Quieres que vayamos a la cocina y miremos lo que tiene el abuelo?
—Sí —sonrió la pequeña al ver que había conseguido la atención de alguien.
Segundos después llegaron a la cocina. Noelia no sabia dónde guardaba las cosas Manuel, por lo que dejo que la pequeña se lo indicara. Su felicidad fue total cuando encontró lo que ella ansiaba. El abuelo, como siempre, tenía palmeras de chocolate para ella.
Cuando regresaban al salón sonó la puerta de la calle y una amiguita la reclamó para jugar. Irene dio su consentimiento y la niña si marchó a casa de Úrsula, una vecina.
—Mamá, ¿iremos de compras a Madrid? —preguntó Rocío.
—No lo sé. ¿Por qué?
La joven al ver que su madre no la miraba insistió.
—Mamá quiero que me compres el abrigo de cuero que te dije en la tienda de JLo ¿no lo recuerdas'?
Irene suspiró y mirando a su hija respondió.
—Sé que te vas a enfadar, pero tengo que decirte que lo que me pides es imposible, cielo. Tu padre necesita una nueva radio para el camión y el sueldo de él no da para mucho. Por lo tanto, y aun a riesgo de que no me hables el resto del año, tengo que decirte que no te puedo comprar el abrigo de cuero que quieres.
—Jolines, mamá ¡me lo prometiste!
—Lo sé cielo, pero tenemos un límite para los gastos y no contaba con la increíble factura de la calefacción y el seguro del hogar.
—¿Qué abrigo de cuero quieres? —preguntó con curiosidad Noelia.
Conocía toda la ropa de su amiga JLo y quizás ella pudiera hacer algo.
—Pues uno que cuesta un riñón y parte del otro —se quejó Irene.
—El nuevo de la colección de Jennifer López —suspiró Rocío . Uno que ella luce en su nuevo catálogo. Es que me encanta ¡es precioso!
Noelia asintió. Tendría que mirar el último catálogo de su amiga para saberle qué abrigo se trataba. Irene, entristecida por tener que darle aquella noticia a su hija prosiguió.
—El problema es que si te compro ese abrigo de regalo de Reyes, el resto de la familia se quedaría sin regalos. ¿Crees que eso seria justo para ellos?
—Vale mamá… lo entiendo.
Sorprendida por aquella contestación Irene miró a su bija y murmuró boquiabierta.
—¿De verdad, cielo que lo entiendes?
—Que sí, mamá —suspiró sabedora de que su madre tenía razón. El sueldo de su padre no daba para mucho y tener un abrigo tan caro era un sueño imposible. Además, no quería enfadarla. Había quedado con unos amigos un par de horas después para ir a tomar algo al pueblo de al lado y mejor contentarla a que le prohibiera salir.
Olvidado el incidente del abrigo, todas siguieron adorando al pequeño hasta que Eva dijo:
—Es precioso… ¿Pero es solo cosa mía o se parece a él?
—Sí. Es clavadito a él —asintió Rocío muy segura de lo que decía.
Noelia no entendió aquel acertijo hasta que Almudena mirando a su bebé asintió y como era de esperar gimoteó llevándose el kleenex a la boca:
—Es idéntico a su padreeeee.
—Por Dios, Almu, pareces un bulldog con tanta baba —se mofó Eva a! verla.
Irene al escuchar aquello le dio un pescozón y consoló a la llorona abrazándola.
—Venga… venga… ya está, cielo… ya está.
Diez minutos después y tras conseguir que Almudena dejara de llorar, miró a su precioso hijo y dijo más tranquila:
—Si le viera Saúl se quedaría de piedra. Es idéntico a él.
—Por cierto y hablando de piedras —dijo Eva para cambiar de tema—. Irene, ¿a que no sabes quién es un ligón de tomo y lomo?
Noelia y Almudena se miraron sorprendidas. Sabían lo que iba a decir y centraron toda su atención en Irene que con gesto dulce miraba al pequeñito.
—¿Quién es un ligón? —se interesó Rocío tras mirar su móvil.
—Tu abuelo, vamos, mi padre.
—¡¿El abuelo?!
—¡Ajá!
—¡¿Mi abuelo?! —confirmó Rocío sorprendida.
—El mismo que viste y calza. Ya ves… tenemos otro latín lover en la familia además de nuestro guapo Juan —asintió Eva esperando la reacción de su hermana mayor que no se hizo esperar.
Irene levantó el rostro y tras clavar la mirada primero en su hija y después en sus hermanas, dijo en un tono de voz nada sorprendido:
—Pues hace muy bien. Papá es un hombre joven y se merece ser feliz. ¿No creéis?
—Palabrita del niño Jesús, que a ti no hay quien te entienda —se mofó Eva al escucharla.
—¡Mamáaaaaaaa! Pero ¿has oído lo que han dicho las titas?
—Sí cariño, claro que lo he oído. Y repito. Me parece muy bien que el abuelo salga con alguien. La abuela murió hace años, para nuestro pesar y el suyo, y necesita compañía.
—¡Qué fuerte! Contigo una no sabe cómo acertar —murmuró Eva mirando a Noelia.
—Y que lo digas —asintió Almudena.
Sorprendidas como nunca en su vida, Eva y Almudena se acercaron a su hermana y poniéndole la mano en la frente murmuró Eva.
—Llamad a una ambulancia con urgencia.
—Irene ¿estás bien? —preguntó Almudena.
Esta tras sonreír a Noelia que las estaba observando apartada, se sentó junto a la cuna del pequeño Joel y dijo:
—Yo estoy perfectamente. ¿Y vosotras?
—Pero… pero… yo pensé que ibas a montar en cólera —cuchicheó Eva.
—Aisss Eva María. Qué exagerada eres —rio Irene.
—Pero vamos a ver ¿con quién sale el abuelo? —preguntó Rocio.
Irene, Tras tapar con la toquillita al bebé las miró y contesto con una sonrisa:
—Con una señora encantadora desde hace al menos año y medio.
—¡¿Cómo?! —gritaron sorprendidas Eva y Almudena.
—Relajaos, mujeres modernas —se mofó Irene tras soltar su noticia—. ¿A qué viene tanto aspaviento? Ni que estuviera saliendo con una pütingui.
—¡¿Pilingui?! ¿Qué es eso? —preguntó sorprendida Noelia.
Rocío respondió divertida:
—Una pütingui es una guarrona, una mujer sueltecita de bragas.
—Ah… vale —se carcajeó Noelia.
Las hermanas, ante la defensa de Irene de aquella desconocida corrieron a sentarse a su lado.
—Comienza a hablar si no quieres que te torturemos —dijo Almudena tras ponerse un flotador bajo el culo.
Irene, suspiró y pasó a relatarles cómo su padre, hacía cosa de dos años, le comentó una tarde que había conocido a una mujer en uno de los chequeos del abuelo Goyo en el hospital Universitario de Guadalajara. En un principio no quiso hacer caso a sus sentimientos, hasta que un día el abuelo Goyo, al ver a la joven enfermera en la cafetería del hospital, ni corto ni perezoso se empeñó en desayunar con ella. Aquel primer contacto hizo que el abuelo Goyo confirmara sus dudas. Se había dado cuenta de cómo su yerno, que había estado felizmente casado con su hija, evitaba mirar a la simpática enfermera que se deshacía en atenciones hacia ellos.
—Así que el abuelo Goyo hizo de celestina —sonrió Eva.
—Ya te digo —asintió Irene—. Es más, el abuelo fue el que consiguió el teléfono de Maite, la enfermera, y se lo dio a papá para que la llamara. Entonces papá me llamó un día a casa y me contó lo que pasaba. Sabia que vosotras y Juan aplaudiríais su decisión, pero también sabía que yo no lo haría, y decidió contarme lo que ocurría antes de que yo me enterara por otro canal y me pudiera enfadar.
—Ay qué lindo que es papá —gimoteó Almudena de nuevo.
—El caso es que cuando papá me lo dijo —prosiguió Irene—, al principio me quedé sin saber que decirle. El que esa mujer formara parte de su vida, me hizo pensar que ya se había olvidado de mama. Yo me enfadé con él y le dije cosas que luego me arrepentí y decidió olvidarse de ella. Papá antepuso nuestra felicidad a la suya propia. Una semana después, el abuelo Goyo se enteró de lo ocurrido, vino a verme a casa y me hizo entender, bastón en alto —rio emocionada al recordar aquello—, que papá se merecía volver a ser feliz.
—Ay qué remono que es el abuelo Goyo —volvió a suspirar Almudena justo en el momento en que Noelia le pasaba un nuevo kleenex que ella aceptó encantada.
—Y tú qué bruta, Irene —siseó Eva mirando a su hermana.
—Lo sé y por eso cambié de opinión. El abuelo Goyo me hizo entender que papá hubiera dado la vida por mamá y que la querría toda la vida, pero que él estaba vivo y se merecía tener una nueva ilusión. En definitiva, hablé con papá y le obligué a llamar a Maite delante de mí. Desde entonces siempre que él va a Guadalajara queda con ella y se ven. Incluso ha venido a casa un par de veces, pero como las dos estabais viviendo en Madrid no os enterasteis y Juan, por su trabajo, tampoco. Papá me dijo que no dijera nada porque quería ser él quien os diera la noticia si lo de ellos continuaba hacía delante. Y ahora, vamos a ver ¿cómo os habéis enterado?
—En el hospital. Esta mañana ha entrado una enfermera, Maite, a la habitación a por Joel, y…
—¿Qué os ha parecido Maite? —preguntó emocionada Irene ¿A que es una mujer encantadora? Oh, Dios… a mí me cae fenomenal y siempre que voy a Guadalajara hago como papá, la llamo y me tomo un cafetín con ella.
Almudena y Eva se miraron y divertida esta última respondió:
—Pues… no hemos hablado con ella y…
El timbre de la puerta sonó y Rocío se levantó para ir a abrir. Dos segundos después la joven entraba en el salón seguida de dos impresionantes policías municipales.
—Mamá… estos… estos señores preguntan por…
—¿Pero qué ven mis ojos? gritó Eva sorprendiéndolas a todas,
—Dos policías —respondió Almudena sin entenderla.
—¡Uoooool! ¡Adelante! —gritó Eva al ver a aquellos musculosos y atractivos hombres vestidos de policía. Noelia, al ver aquello, se quedó boquiabierta, pero Eva se levantó y llegando hasta donde estaban le dio un cachete en el trasero al más alto y dijo dejando a sus hermanas sin palabras—: Mmmm… me encanta este trasero redondo. Lo bien que te queda el uniforme y… la porra que llevas en la cintura.
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