—¡Eva María! —gritó Irene sorprendida por aquel descaro.
El poli miró a la joven que sonreía a su lado y tras cruzar una mirada con su compañero dijo:
—Me alegra saberlo, señora.
—¡Señorita! —recalcó divertida.
—Señorita —repitió el municipal.
—Vaya… vaya… veo que mi hermanito por fin se ha dado cuenta de que necesitamos un alegrón para el cuerpo y la vista.
—No me lo puedo creer —murmuró Noelia sorprendida. ¿Juan había enviado a unos boys para alegrarles la tarde?
—Créetelo nena —rio Eva al escucharla—. Este Juan es el mejor.
Irene y Almudena, patidifusas, miraban a su hermana pequeña revolotear alrededor de aquellos policías cuando la escucharon decir:
—Vamos, nenes, poned la musiquita y comenzad el espectáculo. Somos todas ojos ¡guapos! —Y mirando a su hermana Almudena le cuchicheó—: Le dije a Juan que un numerito de estos te vendría bien ¡y aquí están!
—Uoooo —rio Almudena complacida—, ¿En serio?
—Ya te digo.
—Uff… con esto me va a subir la leche.
—No importa, Almu… disfrútalo.
—Entonces… vamos nenes. Enseñad lo que sabéis hacer que acabo de ser madre, estoy sin pareja y desesperada por ver un musculado cuerpo serrano —aplaudió Almudena divertida cambiando radicalmente su tono de voz.
Noelia al escuchar aquello se tapó la boca con las manos. Aquello era lo más surrealista y divertido que había vivido nunca y no pudo evitar carcajearse, mientras pensaba en el detallazo que Juan había tenido al enviarles aquella diversión.
Los policías, sin saber realmente de qué hablaba, se miraron y el más alto, tras clavar su mirada en las jóvenes alocadas, en especial en la que estaba junto a la cunita del bebé, dijo:
—Preguntamos por…
—Por Eva, Almudena, Noelia, Irene y Rocío ¿verdad? —susurró Eva.
—No precisamente —respondió el poli divertido.
—Venga guapetones, no os hagáis de rogar —cuchicheó Almudena.
Avergonzada por sus hermanas, Irene se acercó a su hija y tapándole los ojos dijo:
—Tú no mires, cielo… a tus titas se les ha ido la cabeza.
—Quita mamá —protestó Rocío que no quería perderse nada.
—Vamos, nenes, poned la música y comenzad a quitaros cositas —suspiró Eva sentándose junto a Noelia que se retorcía de risa.
—Eva María ¿te has vuelto loca? —protestó Irene al escucharla.
—No cielo… loca te vas a volver tú cuando veas el cuerpazo que se gasta ese moreno, con más morbo que el mismísimo Hugh Jackman en Australia.
—Miren señoritas, no sé a que se refieren —respondió el poli más alto levantando la voz—. Tanto mi compañero como yo les agradecemos los piropos que nos han dicho, aunque siento decirles que por mucho que ustedes nos digan, la denuncia que acaba de poner su vecina, Asunción Castañedo, a Javier López Morán por haberle roto el cristal de su puerta, no se la vamos a quitar.
Como si se hubieran caído de un quinto piso todas se quedaron calladas e Irene torciendo la cabeza al más puro estilo de la niña del exorcista gritó.
—¡¿Que la sinvergüenza de la Asunción, la Chumina, le ha pueblo una denuncia a mi niño?! ¡¿A mi Javi!?
—Sí, señora. Me alegra saber que por fin nos entendemos —asintió el poli alto aun sonriendo.
Como un cohete a propulsión la madre de la criatura corrió al exterior y antes de que ninguno pudiera llegar donde estaba ella se comenzaron a escuchar gritos.
—Ay madre ¡la que se va a liar! —gritó Eva y mirando a su hermana dijo antes de salir—: Almu, quédate aquí con Joel que tú no estás para líos.
Dos segundos después las jóvenes discutían con Asunción y las hijas de esta, cuando la susodicha se abalanzó sobre Irene y, como si de una batalla campal se tratara, todas las mujeres comenzaron a gritar y a empujarse. Noelia en un principio intentó mantenerse a un lado. No estaba acostumbrada a aquel tipo de problemas, ni contactos. Pero al ver como dos agarraban a Eva, no se lo pensó dos veces y se metió por medio. Al pensar en su peluca intentó por todos los medios que nadie la agarrara del pelo, pero era imposible, había manos por todos los lados.
Almudena que observaba todo aquello dando gritos desde la ventana, al ver el lio, no se lo pensó y dos segundos después estaba metida en todo aquel embrollo en camisón. Los policías, ojipláticos por la que se había armado en décimas de segundo, se metieron por medio para separarlas pero era misión imposible. Eran muchas mujeres para ellos dos.
En ese momento llegó un coche. Juan junto a su padre y su abuelo al ver aquello y reconocer a sus hermanas y a Noelia en aquel lío se acercaron rápidamente y entre todos consiguieron separarlas.
—Pero ¿qué os pasa? —preguntó Juan tras comprobar que todas, en especial Noelia, estaban bien a pesar de que respiraban con dificultad.
—¡La greñosa de la Asunción! —gritó Irene—, ¿Pues no ha denunciado a Javi porque dice que le ha roto los cristales? Cuando Javi está jugando en casa de Jesusín.
—¡Tu jodio muchacho me ha roto el cristal de la puerta de un balonazo! —gritó esta como una verdulera,
—¡Imposible! —voceó Almudena— El niño no ha podido ser.
—¡Ha sido ese sinvergüenza con cara de delincuente! ¡Lo he visto con mis propios ojos! —gritó una de las hijas de la otra.
—Será gorrinona la Chumina —gruñó el abuelo Goyo con el bastón el alto.
—¡Gorrinón usted viejo verde! —gritó la ofendida.
—Ya quisieras tú que yo te tocara ¡so fea! —se mofó—. Vamos, ni con un palo y a distancia te tocaba yo.
—Asqueroso… baboso. Cierra esa boca sin dientes.
—Mira guapa —gritó Noelia encendida—. Como vuelvas a insultar a este hombre te las va a ver conmigo, porque tú sí que te quedarás sin dientes cuando yo te los arranque y me haga un collar con ellos ¿te parece?
Juan, sorprendido, la miró y el abuelo gritó:
—Olé mi chica ¡con un par de huevos!
—Eso abuelo, tú anímala —gruñó Juan deseoso de acabar con aquello.
—¿Y tú quién eres? —gritó una de las hijas de la ofendida—. ¿La que se pasa por la piedra ahora al poli?
—¡Señoras! —gritó el municipal incapaz de parar aquello.
Manuel fue a responder a aquella ofensa pero Noelia se le adelantó.
—¡Yo soy la que te va a arrancar los dientes como sigas diciendo tonterías! —gritó haciendo carcajearse a Almudena.
—Asunción —protestó Manuel enfadado—. Diles a tus muchachas que no falten a mis chicas o…
—¿O qué? ¿Acaso nos vais a pegar?
—¡So perraca. Si es que tos los de la familia de las Chuminas sois unos delincuentes —gritó el abuelo Goyo levantando el bastón—. Asunción, eres más perra que…
—¡Abuelo! —gritó Juan para hacerle retroceder.
Por todos era bien conocida la enemistad de aquellas dos familias vecinas, las Chuminas y los Morán desde hacía años, por unas tierras.
—Su jodio nieto nos ha roto los cristales de la puerta —protestó Asunción mirando a Manuel que estaba horrorizado por todo aquello.
—Imposible —gritó la madre del niño—. He repetido mil veces que él no ha podido ser. Estoy segura de que te estás equivocando y tú lo sabes.
—Oh… dijo su santa madre —se mofó aquella—. Tú qué sabrás si estabas zorreando con tus hermanas en casa.
—¡Zorreando! — gritó Almudena muerta de risa.
—¡¿Zorreando?! —repitió Eva—. Aquí la única que zorrea eres tú ¡so guarra!
—Chicas… chicas… no entréis en su juego —protestó Juan al ver aquello,
—Señoras tranquilícense y acabemos con esto —insistió el municipal intentando no sonreír ni mirar a Almudena.
—¿Dónde está Javi? —preguntó el abuelo del crío intentando poner paz.
—En casa de Jesusín, el de la Eulalia —informó Eva muy enfadada.
—Ve a buscarle ahora mismo y aclaremos esto de una vez —insistió Juan al ver como su hermana mayor comenzaba a encenderse de nuevo.
Sin perder tiempo, Juan se presentó a aquellos dos policías y rápidamente comenzaron a hablar entre ellos de lo ocurrido.
Cinco minutos después, Javi, junto a Jesusín y la madre de este llegaban al lugar de los hechos donde se aclaró que los niños no habían salido de la casa en toda la tarde. Rompieron la denuncia allí mismo y cuando Juan obligó a sus hermanas a entrar en casa, el poli alto, antes de montarse en el coche patrulla, se acercó hasta Noelia, Almudena y Eva y dijo para su sorpresa:
—Cuando queráis, acabamos el numerito, nenas.
Almudena soltó una carcajada mientras las otras dos se ponían rojas como tomates. Finalmente se encaminaron hacía el interior de la casa muertas de risa, mientras Juan sin entender nada preguntaba:
—¿A qué se refería el municipal?
—Mejor no preguntes —se mofo Almudena, quien no volvió a llorar más.
43
Aquella tarde, tras la trifulca con los vecinos, Noelia y Juan regresaron caminando a la casa de este. Pararon en la plaza donde se tomaron unas cervecitas y se comieron unas bravas, que a Noelia le apasionaron, y luego continuaron su camino. Aquel paseo tranquilo, agarrados de la mano, Noelia lo disfrutó de una manera increíble. Cosas tan básicas como pasear por la calle, ir a comprar a una tienda o tomar algo en una terraza, ella las disfrutaba de una manera que a Juan le hacía sonreír.
Durante el camino hablaron sobre sus vidas. Ella le contó curiosidades de rodajes y divertidas anécdotas que le habían ocurrido y él la escuchaba encantado. Aunque cuando hablaron sobre las escenas de sexo que ella interpretaba o los supuestos besos a los galanes, a Juan ya no le hacía tanta gracia.
—No me seas antiguo. Los actores interpretamos ¿tan difícil es de entender?
Juan se paró para responder.
—Mira Noelia… no pongo en duda que interpretéis, pero a ver, ¿cuando rodáis una escena de sexo y estáis desnudos en la cama, no os excitáis?
"¿Y a ti qué te importa?" отзывы
Отзывы читателей о книге "¿Y a ti qué te importa?". Читайте комментарии и мнения людей о произведении.
Понравилась книга? Поделитесь впечатлениями - оставьте Ваш отзыв и расскажите о книге "¿Y a ti qué te importa?" друзьям в соцсетях.