Dos segundos después le pareció escuchar un comentario sobre él que le obligó a darse la vuelta y moviendo las manos con exageración y poniendo pose de diva divina preguntó:
—Perdona rey Midas, ¿qué has dicho?
—¿Me hablas a mi palomita?— preguntó Lucas.
Colocándose el fular beige con glamour sobre los hombros Tomi le clavó la mirada y respondió.
—Te he escuchado decir algo sobre mi, y como veo que te intereso tanto solo me queda decirte una cosa: no tengo novio. ¿Te interesa el puesto?
Los hombres se carcajearon por aquello y Lucas, molesto por la mofa de sus compañeros, apoyándose en la barra preguntó en actitud chulesca:
—¿Eso es una proposición para mi palomita?
—Si primate. En este momento, only para ti.
Juan se sentía incomodo ante la escena. Sabía que la presencia de Tomi ocasionaría algún comentario, pero nunca pensó que terminaría en disputa. Por ello, poniéndose en medio de aquellos dos, dijo alto y claro:
—Lucas, estamos aquí para pasar un rato divertido, no para ocasionar problemas. Y tú Tomi… déjalo pasar.
Pero el glamuroso joven no estaba dispuesto a callar.
—Pues va a ser que no my love. Esta… Mariliendre y sus heteropetardas han dicho algo que yo estoy dispuesto a aclarar.
—¡¿Mariliendre?! —se mofaron varios.
—¡¿Heteropetardas?!. —se carcajeó Carlos divertido.
—No me cabreéis más —gruñó Lucas ofendido—. Y tú deja de decir mariconadas o al final tendrás problemas.
—Uis… ¡que salado! —rio Tomi—, Pero déjame decirte que ahora entiendo por qué mi prima eligió al divino antes que a ti. Tú eres demasiado corto de sesera para una woman como ella.
Todos volvieron a reír y Lucas siseó.
—Juan, ¿qué tal si te llevas a la nena esta de aquí antes de que tenga problemas? Si sigue por ese camino voy a tener que sobarle los morritos con mis puños.
Juan fue a hablar pero Tomi, acercándose a Lucas, le miró con gesto serio e indicó:
—No me asustan ni tus músculos, ni tus puñitos, ni tu divina cara de machote español. ¿Y sabes por qué? Pues simplemente porque en peores rodeos me he encontrado con tipos como tú y nunca me he callado. Vamos, para que te enteres, soy gay pero si tengo que sacar mis afiladas uñitas de gata siamesa, las saco. ¿Me has oído Mariliendre?
Sorprendido por aquella declaración y, sintiéndose humillado al ver que todos se reían Lucas bufó:
—¿Qué me has vuelto a llamar?
—Mariliendre y, por favor, ¿podrías repetir lo que has dicho hace unos minutos para que podamos acabar ya con esto?
Lucas, al sentir las miradas de todos clavándose en él, se envalentonó.
—Mira palomita, no te voy a mentir porque no es mi estilo. Acababa de decir, que tú no habías salido del armario, porque a ti te habían echado a patadas.
Todos se carcajearon, incluso Tomi. Aquel tipo de comentario homófono era muy de machitos.
—¿Sabes Mariliendre? Con lo bueno que estás, pensé que serias más original.
—No me llames Mariliendre —protestó aquel. Conocía a sus compañeros y sabía que aquel mote le perseguiría el resto de sus días.
—No me llames tú a mi palomita. El que sea gay no significa que tu puedas llamarme como te de la gana. Por lo tanto, si no quieres que yo le llamo Mariliendre, ya sabes ¡llámame Tomi! Y en cuanto a lo del armario ¡oh my god! Nunca lo he necesitado ¿Tu si?
Lucas, con una mirada asesina, respondió dispuesto a partirle la cara.
—Me gustan las mujeres más que respirar y…
—Que curioso, a mí me ocurre lo mismo pero con los hombres —gritó Tomi—, Es más, si yo fuera tú, me enamoraría de mí. ¿Y sabes por qué inútil? —al escuchar la risotada de todos continuó—: pues porque soy más hombre que lo que tú podrías llegar a ser, y más mujer de lo que tú nunca serás.
Aquel comentario volvió a hacer reír a todos y Damián le preguntó:
—Tío, ¿sigues vivo?
Lucas miró a Juan, quien le pidió precaución con un gesto. Era consciente que todo aquello lo había provocado él mismo con sus comentarios y solo había una forma de solucionarlo. Con gesto tosco cogió dos cervezas del barril de hielo que había a su lado y, retándole con la mirada, se acercó al joven que se había atrevido a desafiarle. Le tendió una de las cervezas y dijo:
—No soy un completo inútil Tomi. Por lo menos sirvo para dar mal ejemplo. —Y tras chocar su cerveza con la de aquel murmuró—: Te pido disculpas por mi comportamiento. En ocasiones soy un bocazas y esta ha sido una de ellas.
—Ayquemonooooooooo. Esqueesparacomerteeeeeeeeee —gritó Tomi. Y brindando de nuevo con él añadió divertido—: Disculpas aceptadas guapetón.
—Bravo Mariliendre. Creo que por primera vez me siento orgulloso de ti —se mofó Carlos sorprendido.
—¡Capullo! —rio Lucas dándole un puñetazo en el hombro.
—Oh my God… cuando habláis con esas terribles palabrotas de machotes ¡me ponéis un montón! ¡Qué sexys!
—No me jodas —soltó Damián. Y todos comenzaron a blasfemar.
—Por el amor de my life ¡me acabo de enamorar! — y al ver que todos le miraban de nuevo aclaró inmediatamente—: Se dice el pecado, pero no el pecador. Pero tranquilos macho manes, ya sé que sois heteros de los de verdad, os digo como a mi Juan, si alguna vez queréis probar algo divine, llamadme.
—Sigue viviendo en las nubes —sonrió Juan.
—Vivir en las nubes no es lo malo my love, lo terrible es bajar —se mofó Tomi haciendo sonreír a todos.
52
Llegó la última noche del año. El 31 de diciembre todos se vistieron con sus mejores galas dispuestos a despedir un año y recibir con buen píe el siguiente. Durante los días anteriores Eva intentó hablar con su hermano, pero le fue imposible. No encontró el momento. Estaba totalmente absorbido por Noelia y no quería interferir en su felicidad. Se sentía culpable por lo que tenía que decirle, pero era necesario.
Sobre las siete de la tarde, hora española, Noelia tras pensarlo con detenimiento, decidió llamar a su padre para desearle a él y a su mujer una feliz noche. Si algo le había enseñado su abuela era a comportarse con educación y decidió poner sus enseñanzas, un vez más, en práctica. Le gustara o no aquel hombre era su padre y así sería hasta que muriera. Como era de esperar, su trato fue frío e impersonal y Samantha, ni siquiera se puso. Cuando colgó, emitió un largo suspiro y besó la cabeza de Senda que estaba sentada a su lado encima de la cama.
—Que suerte tienes con tener una excelente familia que vela por ti —le dijo,
Una hora más tarde estaba dándose los últimos toques a su maquillaje cuando Juan abrió la puerta de la habitación y entró. Noelia se quedó sin habla. Aquel hombre, con su porte y su estatura, estaba guapísimo con ese traje oscuro. Él, al verla, silbó. Divertida por aquel gesto tan natural, se dio una vueltecita ante él y posando finalmente las manos en las caderas preguntó con chulería:
—¿Cómo me ves?
Devorándola con la mirada y deseoso de arrancarle el vestido y hacerle el amor, se acercó a rila y susurro sobre su boca.
—Perfecta.
Y sin decir nada más la besó. Le mordisqueó los labios arrancándole oleadas de placer y cuando ella sintió que él la levantaba del suelo y la llevaba hacia la cama, se deshizo del abrazo y dijo:
—Ah no… llevo una hora arreglándome y ahora tú no vas a estropearlo.
Al escucharla sonrió y con una salvaje mirada murmuró quitándose la americana:
—¿Seguro canija?
Divertida, corrió hacia el otro lado de la cama y levantando un dedo aseveró ante la picara mirada de él:
—Te lo digo en serio. No se te ocurra acercarte a mí. Llevo horas intentando colocar esta maldita peluca para estar presentable en la cena más importante del año en tu casa y…
—Y estás preciosa… —afirmó él. Pero al ver a su perra tumbada plácidamente en la cama protestó—: Por el amor de Dios, Noelia ¿cuántas veces tengo que decirte que no dejes que Senda se suba a la cama?
—Aisss es que es tan mona —sonrió acercándose a aquella para besarla en la cabeza—. Mírala ¿a que parece una reina?
Juan no respondió. Se limitó a miraría ¿cómo enfadarse con ella? Verla besuquear a su perra y hablarla con cariño le ablandaba el corazón.
—¿Sabes Senda? Te voy a comprar un collar con brillantes bien relucientes, simplemente porque te lo mereces.
—Estrellita… —gruñó él—. No quiero que me amaricones a la perra con collarcitos relucientes.
Aquel comentario consiguió arrancarle una carcajada a ella.
—Ni le escuches Senda. Tú eres una mujer como yo y estoy segura de que querrás estar guapa ante los de tu especie ¿verdad? —La perra ladró—. Pues no se hable más. Te comprare un collar de reina para una reina como tú.
Juan la miraba embobado. Por primera vez en su vida, una mujer tenia ocupada las veinticuatro horas del día su cabeza, cuando estaba con ella solo quería besarla, mimarla y hacerla feliz y cuando estaba lejos de ella, solo deseaba regresar a su lado. Aquello le tenía desconcertado como nunca en la vida y comenzaba a preocuparle. Ella le provocaba una ternura hasta ahora desconocida que le estaba comenzando a gustar y eso desencajaba en su día a día. Le encantaba despertarse y acostarse con ella. Le apasionaba bailar en el salón a la luz de las velas, pasear en su compañía por el campo y un extraño nerviosismo se apoderaba de él cuando pensaba que aquellos momentos, tarde o temprano, tendrían que acabarse. Pero consciente que no era momento de pensar en ello, si no de disfrutarla al máximo, le tendió la mano.
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