Las palabras del abuelo Goyo siempre conseguían llegar al corazón de Noelia. Cuánto se parecía su manera de razonar y de expresarse a la de su abuela. El cosquilleo de las lágrimas en sus ojos cada vez era mas fuerte, pero no quería llorar. No debía. Y sacando a flote su faceta más fría, aquella que su padre le había encargado de enseñarle muy bien, dijo:
—Escuchadme por favor. Quiero que sepáis que para mí el tiempo que he estado aquí con vosotros ha sido lo mejor que me ha pasado en mucho tiempo y que nunca lo olvidaré. Pero he de regresar a mi vida. Mi sitio no está aquí. En cuanto a la boda entre Juan y yo, él mejor que nadie os lo puede explicar. Yo solo os diré que fue algo que pasó hace mucho tiempo. Un error que se solucionó sin ningún problema.
—¡¿Error?! —cuchicheó el abuelo Goyo—. Nadie se casa por error, hermosa.
—Nosotros si, nosotros sí —susurró la joven observando a Juan que continuaba discutiendo a través del móvil.
—Mira Noelia —dijo Manuel— Todos aceptaremos lo que vosotros decidáis hacer, pero déjame decirte que la vida pasa rápido y lo más importante que hay es el amor. Como bien sabes, yo perdí a mi mujer hace años y nunca pensé que volvería a encontrar a alguien que me hiciera latir con fuerza el corazón. Cuando Maite, una mujer maravillosa, apareció en mi vida, yo me negué a dar una oportunidad a mi felicidad. Pero el abuelo Goyo fue quien me empujó a darme cuenta de que las oportunidades para ser feliz no se presentan todos los días. Hoy por hoy me alegro de haberle escuchado. —Al ver como sus hijas pequeñas le miraban aclaró—. Ya hablaré con vosotras en referencia a Maite ¿vale?
—Tranquilo papá. Lo que tú decidas, bien estará —apostillo Eva sonriéndole.
Durante unos segundos todos permanecieron callados. Noelia quiso decirle a Manuel que pensaba como él. Ella quería vivir el presente, disfrutar de la vida con Juan, pero él se negaba. Finalmente el abuelo Goyo añadió:
—Gorrioncillo en esta vida todo lo que merece la pena cuesta conseguirlo ¡piénsalo! No te conformes con lo que te ha tocado vivir, busca lo que tú quieres, tu felicidad, aquello que tu deseas. Y así, el día de mañana, cuando el tiempo haya pasado, nunca podrás reprocharle aquello de: Qué hubiera pasado si…
—Ay, abuelo Goyo —aplaudió Tomi emocionado por todo lo que escuchaba—, ¡Qué bien habla!
—Gracias hermoso —y acercándose a él dijo—: Y tú espero que vengas a verme de vez en cuando. Me gusta hablar contigo de las diferentes tonalidades de la vida. Eres un buen conversador, algo escandaloso en formas y en actos, pero un buen muchacho al que me ha agradado mucho conocer y que no quiero perder de vista.
Un gemido lastimero y emocionado escapó de la garganta de Tomi, y sin pensarlo dos veces se abalanzó sobre el anciano y le abrazó.
—I love you abuelo Goyo. You are the best.
El anciano, conmovido, le devolvió el abrazo.
—El aisloyu lo he entendido. Pero luego ¿me has llamado bestia?
—No —sonrió la joven actriz—. You are the best. Ha dicho que eres el mejor.
Aquel pequeño episodio hizo que todos sonrieran y Noelia, haciendo acopio de fuerzas, dijo consciente de lo que debía hacer:
—Ahora voy a salir para hablar con la prensa y, por el bien de Juan y el mío propio, por favor, permitidme que hable solo yo.
Dicho esto, se puso un abrigo largo de cuero negro de Juan sobre el pijama, se miró en el espejo para colocarse su rubio cabello ante la mirada de todos, tomó aire y, tras levantar el mentón e instalar en su rostro una deslumbrante sonrisa, abrió la puerta de la calle y salió. Juan, al ver aquello, cerró su móvil de inmediato.
—¿Dónde va? ¿Se ha vuelto loca? —preguntó caminando hacia la puerta enfurecido.
Tomi, interponiéndose entre él y la puerta le detuvo y dijo mientras el resto de la familia escuchaba lo que ocurría a través de la puerta:
—Hace lo que tiene que hacer. Nada más.
En el exterior, el viento frío de enero azotaba con dureza las mejillas de Noelia que, con el abrigo de Juan y el pelo al viento, contestaba todo lo amablemente que podía a las preguntas que los centenares de periodistas le hacían.
—¿Qué hay de cierto sobre su boda con el geo español?
—Eso fue algo que ocurrió hace años y que ambos solucionamos en su momento —respondió con una sonrisa.
—¿Qué hace aquí, en Sigüenza ,en casa de su exmarido, Juan Morán? ¿Sigue siendo su ex o hay algo más?
—Mantenemos una cordial amistad desde nuestra juventud. El que nos separáramos no quita que podamos ser amigos. ¿O hay algo que lo impide? Juan es una estupenda persona a la que le deseo mucha suerte en su vida, pero entre él y yo no existe nada más.
Los reporteros sonrieron, pero otro periodista insistió:
—¿Solo amigos? Según mis informaciones su ex es un hombre muy solicitado por las féminas del lugar y…
—Normal —cortó ella—. Juan es un hombre soltero, muy atractivo y que, por suerte, puede estar con la mujer que quiera.
—¿Usted por ejemplo?
—No. Conmigo solo puede haber una buena amistad,
—Pero ¿podría haber una reconciliación?
—No. Eso nunca ocurrirá.
—¿Por qué nunca ocurrirá? —insistió de nuevo el periodista.
—Su mundo y el mío son tan dispares que intentar que haya algo entre nosotros sería una auténtica locura.
—Entonces ¿se lo han planteado?
Las preguntas de los reporteros la agotaban. Aquello era un tira y afloja continuo pero dispuesta a no claudicar se carcajeó como buena actriz. Cuando se disponía a responder, la puerta de la casa se abrió y el abuelo Goyo gritó con el garrote en alto:
—¡Y a ti que te importa! Jodio por culo.
Sus nietas, tras mirar a la Noelia, le agarraron como pudieron y le metieron dentro de la casa, momento en el que la actriz dijo tras aspirar el aroma de Juan de su abrigo:
—La respuesta a su pregunta es que es impensable, y ahora, si me disculpan, he de coger un avión y regresar a Los Angeles. En unos días viajo a Tokio para continuar con la promoción de la película que presenté en España. Buenos días.
Tras despedirse con la mejor de sus sonrisas, se dio la vuelta y entró en la casa. Al cerrar la puerta se apoyó en ella con los ojos cerrados y al abrirlos se encontró frente a ella a toda la familia con cara desencajada y a un furioso Juan.
—¡¿Impensable?! —dijo él.
—Sí… impensable —asintió ella—. Y no me tires de la lengua porque tú, y solo tú, sabes porqué lo digo.
Si algo odiaba Juan eran los numeritos y menos delante de su familia, por lo que tras blasfemar en voz baja murmuró clavando la vista en su padre:
—Tengo que ir a la base. Mis superiores quieren verme.
—Vaya hijo, lo siento.
Noelia, aun con el corazón a mil, sintió la frialdad en su mirada. Juan estaba muy enfadado y por primera vez desde que su historia comenzó, sintió el peso de aquella maldita palabra: «Problema». Por ello, y para acabar cuanto antes con aquella situación miró a su primo y dijo quitándose el abrigo de Juan:
—Tomi, llama al aeropuerto y reserva dos pasajes lo antes posible. Salimos para Los Angeles en cuanto esté lista.
Aquella rotundidad cortó la respiración de Juan. ¿Cómo que se iba? Pero sin querer manifestar sus miedos no dijo nada y se tensó aún más.
—Gorrioncillo, ¿entonces te vas? —preguntó el anciano tras cruzar una mirada con su nieto.
—Sí. Es lo mejor para todos.
Y sin decir nada más, corrió escaleras arriba. No quería que la vieran llorar y ella era una persona de lágrima fácil. Juan, al ver como su familia le miraba, a la espera de que hiciera algo blasfemó de nuevo. Y, tras pasarse con desesperación las manos por su oscuro cabello, subió tras ella las escaleras.
Después de contar hasta diez entró en la habitación cerró la puerta. Tenía que hablar con ella muy en serio y necesitaba que le entendiera. Ella le escuchó entrar pero no se volvió a mirarle. Se limitó a coger su trolley, ponerlo sobre la cama y abrirlo.
Ese gesto indescifrable no gustaba en absoluto a Juan, pero aun así preguntó:
—¿Por qué has dicho a la prensa que lo nuestro es impensable?
—Porque es la verdad.
—Te equivocas. Creo que…
—Tú no crees nada —cortó callándole—. ¿Qué pretendes que diga? ¿Qué creí amar a un hombre que no me quiere? —chilló enfadada—. Oh no… Juan. Ya ha sido bastante humillante darme cuenta yo sólita.
—¿Creías? —preguntó descolocado.
—Sí, creía. Hoy, con lo que ha ocurrido, me he dado cuenta de la realidad de todo lo que nos rodea. Lo nuestro no puede ser.
Sorprendido por aquel cambio de actitud, se movió por la habitación.
—Escúchame Noelia. Tú me gustas mucho, pero no puedo decir las palabras que quieres escuchar porque no sé si lo que siento es lo que tú sientes por mi. Solo sé que quiero estar contigo, que me gustas y que me joroba en exceso esta absurda situación.
—¿Absurda? —dolida caminó hacia él—. Lo absurdo es lo que yo hice el otro día. Te abrí mi corazón y tú te limitaste a sonreír. ¿Cómo crees que me sentí? Se supone que la diva fría e inalcanzable soy yo, pero no, aquí el inalcanzable eres tu. Para ti sigo siendo el mismo problema de hace un mes o diez años ¿no lo ves?
—Pero que quieres que haga, joder —gritó desesperado.
—Nada. No quiero que hagas absolutamente nada.
—Noelia, no puedo dejar mi vida para ir tras de ti y vivir a costa tuya como si fuera un chulo. Un mantenido. Me gusta mi trabajo, mi hogar, mi vida. Me gusta donde vivo. ¿Qué podría hacer yo siguiéndote?
—Quererme e Intentar ser feliz ¿Te parece poco?
—Mira Noelia, no digas tonterías que esto es la vida real y no una de las románticas películas que haces. Esto es…
—Oh Dios… no comencemos con eso. Me agotas —murmuró.
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