Boquiabierta por escuchar aquello murmuró:

—Yo… yo te quería, te adoraba por ser como eras, por mirarme como me mirabas, por reírte conmigo por lo mal que cocino, pero…

Canija ven…

—No.

—Ven cielo…

—No —gruñó ella—. Hemos tenido dos oportunidades para darnos cuenta que lo nuestro no puede funcionar. Somos demasiado diferentes. Nuestros mundos son demasiado dispares y… y… a mi me gusta ser actriz, ¡quiero ser actriz! Tanto como a ti te gusta ser un geo español. Tú no soportas que yo bese a otros por exigencias del guión, y yo no soporto que te juegues la vida cada vez que sales de casa y te diriges a alguno de esos peligrosos operativos. Además, está la prensa y sus continuos cotilleos y…

—¿Y?

Sorprendida por aquella pregunta y cada vez más aturdida por cómo la miraba, se retiró su rubio pelo de la cara y aclaró:

—Pues que yo no puedo ofrecerte lo que tú necesitas por que mi mundo está plagado de cámaras, fotos, indiscreción, preguntas y…

—Ven cielo

—No… escúchame —exigió ella—. Tú adoras tu anonimato, tu tranquilidad y yo no puedo darte eso. La prensa, ellos…

—Les miraremos y les diremos eso de: ¿Y a ti que te un porta?

Noelia sonrió, pero segundos después cambio su gesto.

—Por favor vete. No lo hagas más difícil.

Pero Juan no se movió y clavando su oscura mirada en ella dijo.

—Vi la entrega de los Oscar y creí entender que sentías algo por mí.

Asombrada porque él hubiera escuchado su breve discurso, tragó el nudo de emociones que tenía atascado en la gar ganta y cogiendo otro nuevo kleenex se sonó la nariz.

—¿Vista la entrega de premios? —él asintió y ella bajando sus defensas cerró los ojos y dijo—: Oh Dios… soy patética ¡patética!

—Mi sueño eres tú —insistió acercándose a ella—, Y voy a luchar por ti, quieras o no. Y si hoy no me crees, mañana te buscaré y volveré a decirte que te quiero para que te des cuenta que soy real y que quiero hacer todos tus sueños realidad. Y si mañana sigues sin creerme, te seguiré como tú hiciste conmigo en Sigüenza hasta que conseguiste que no pudiera vivir sin ti.

—No sé por qué dije aquello… —murmuró confundida por las cosas tan bonitas que Juan le decía—. Estaba tan feliz por haber ganado el Oscar que… que se me fue la lengua como a Tomi y ¡oh Diosss!

Aquel descuido fue el que Juan aprovechó para acercarse a ella, quitarle el Oscar de las manos y abrazarla. Sin tacones aún era más pequeña de lo que recordaba y al aspirar el perfume de su pelo y su piel sonrió. Por primera vez en aquellos duros meses, su cuerpo sintió que estaba donde tenía que estar. Con ella. Durante unos segundos permanecieron callados y abrazados.

—Escúchame, cielo —ella le miró—. En España se dice que a la tercera va la vencida y esta vez le prometo que nada nos va a separar. Te quiero, me quieres y juntos vamos a encontrar la mejor opción para que podamos vivir y ser felices desempeñando nuestros trabajos.

—Vaya…

—Si. Vaya. —sonrió mirándola.

Tras darle un rápido beso, se arrodilló ante ella y con un gesto que a la joven no se le olvidaría en su vida, murmuró mientras le ataba en la muñeca una nueva cinta de cuero de todo incluido:

—Sé que he sido un idiota por no darme cuenta que tú siempre has sido Noelia conmigo y con los míos —prosiguió él con seguridad—. Sé que la vida no es de color de rosa como tú en ocasiones te empeñas en pintarla —ella sonrió—. Pero me he dado cuenta que tampoco es de color gris como yo muchas veces me empeño en verla. Nunca he creído en el romanticismo, ni en el amor, ni en los finales felices hasta que te conocí a ti, y tú, canija, desbarataste mi vida y yo me he enamorado de ti como un loco.

—Ay Dios… —murmuró emocionada.

—Si me das la oportunidad de poder mostrarte cuánto te quiero y enmendar todos mis errores, prometo que te voy a cuidar, te voy a mimar, voy a enfadarme contigo cuando dejes a Senda subir en la cama, voy a besarte cada mañana y cada noche cuando regrese de trabajar, te voy a apoyar en tu carrera como actriz y, sobre todo y ante todo, prometo hacerte tan feliz que nunca querrás separarte de mi.

Boquiabierta por aquella preciosa declaración de amor, sintió que él le ponía un anillo en un dedo. Al ver de qué se trataba ella sonrió. Juan le había puesto el horroroso anillo de dados que diez años atrás se pusieron ante un juez vestido de Elvis Presley en Las Vegas.

—¿De dónde los has sacado? —al ver que él sonreía, ella murmuró— … Tomi.

—Sí… gracias a él, he podido llegar a ti —y mirándola con auténtica adoración susurró—: Recordé que me dijiste que guardabas estos anillos en un joyero de tu habitación corno tu seguro de vida —ella sonrió—, y perdóname, pero tu seguro lo estoy utilizando yo para conquistarte de nuevo.

Conmovida, emocionada y más feliz que en toda su vida Noelia miró lo que él le había puesto en la mano y susurro divertida:

—Es horrible. Mas feo no puede ser.

—Lo se preciosa, pero yo te compraré el que tú quieras.

—¡¿El que quiera?!

Al entender aquella mofa, Juan sonrió y dijo:

Estrellita, empeñaré mi alma al diablo, si es necesario, para darle a la mujer que amo el anillo que se merece. —Y aún con la rodilla clavada al suelo preguntó con voz ronca por la emoción—. ¿Quieres casarte conmigo?

Con el corazón latiéndole a mil por hora y emocionada por aquel bonito final de película ella cerró los ojos y respondió:

—Si, Xman. Por supuesto que quiero casarme contigo.



















Epílogo

Meses después…

La vida, para el geo español y la actriz de Hollywood, nunca volvió a ser la que era. Cuando se confirmó su romance la prensa se volvió loca. Todos querían información. Pero fue Eva, la hermana de Juan, quien animada por los protagonistas de la historia, les hizo una entrevista con fotos y firmó la exclusiva. Aquel magnífico reportaje, y ser la cuñada de una de las mujeres más queridas de Hollywood, reportaron a Eva un buen trabajo en una agencia de noticias y mucha credibilidad.

La boda se celebró en julio, en la catedral de Santa María de Sigüenza, y esta vez la actriz sí que pudo reservar todo el parador. Manuel, el abuelo Goyo, Tomi, las hermanas y los compañeros de Juan estaban felices por el acontecimiento. Aquella era una verdadera boda por amor y eso era lo que importaba.

En el parador se alojaron los invitados. Actores y directores venidos de todo el mundo saludaban a las personas y a la prensa que copaba las calles a su paso. Solo faltaron Steven Rice y su mujer. Su padre, por una vez en su vida, no se comportó como un hipócrita y se negó a acudir a una boda que no aprobaba. Aquella noticia sorprendió a todo el mundo excepto a la novia, quien encogiéndose de hombros, aceptó su negativa a acudir al evento. Así habían sido siempre las cosas con su avinagrado padre y así lo seguirían siendo.

Tomi actuó como padrino de boda y Rocío, la sobrina de Juan, como madrina. Fue una boda maravillosa donde lodos fueron felices e incluso comieron perdices, los novios estaban guapísimos y Sigüenza, por unos días, se convirtió en la capital del mundo. El enlace entre la estrella de cine Estela Ponce y el policía español, fue la gran noticia del año y copó todos los noticieros.

En septiembre, Noelia tuvo que marcharse a Los Angeles. Tenia una película que rodar y el trato era que ambos continuarían con sus vidas y así lo hicieron. Pasó octubre, noviembre y con diciembre regresó Noelia.

Juan, nervioso y deseoso por ver a su mujer, llegó al aeropuerto de Barajas acompañado por varios de sus amigos. En aquel tiempo había aprendido cómo funcionaba la prensa y sabía que aquella mañana, en el aeropuerto, necesitaría a sus colegas.

Durante la espera, rio con Lucas, Damián y Carlos, y aunque parecía relajado, por dentro estaba como un flan. El hombre autosuficiente y que siempre había controlado su vida, se deshacía al pensar en la joven que tenía que salir por aquella puerta de un momento a otro. La había añorado cada segundo del día y de la noche y aunque había hablado con ella todos los días por teléfono o enviado cientos de correos electrónicos, ella por fin iba a regresar a casa. Su casa.

Los periodistas, al ver a Juan llegar a la terminal 4, le rodearon y comenzaron con sus incesantes y a veces impertinentes preguntas. Con paciencia, Lucas y los demás se los quitaron de encima al tiempo que aprovechaban para ligar con alguna que otra reportera. Las preguntas seguían poniendo muy nervioso a Juan. ¿Cómo podían ser tan indiscretos? Pero con humor y paciencia aguantó estoicamente el momento. Por su mujer era capaz de soportar lo que fuera. Ella se lo merecía.

Emocionado por ver a su canija, portaba en su mano un bonito ramo de flores multicolores mientras observaba con las pulsaciones a mil cómo la puerta de salida de pasajeros se abría y cerraba. Aquel encuentro era muy especial, y solo los dos sabían el porqué. Con curiosidad disfrutó y observó como la gente, al ver llegar a sus seres queridos, sonreía para luego abrazarse, algo que él estaba deseando de hacer.

Diez minutos, después la puerta se abrió, y allí estaba ella.

Tan preciosa como siempre vestida con unos vaqueros, una camisa blanca y su bonito pelo cayéndole sobre los hombros.

Sus miradas se encontraron y sin importarles los continuos flashes y los cientos de ojos que los observaban, corrieron a su encuentro para besarse. Por fin… Durante unos segundos se besaron sin hablarse, hasta que Juan separándose unos milímetros de ella murmuró.

—Hola canija. Te he echado mucho de menos.

—Hola cielo —sonrió ella feliz.