—Siéntese y tómese un vaso de agua. Ahora los médicos le atenderán.

Tomi, al ver a aquel lio enorme con aquel vozarrón, se sentó y tras pestañear con descaro provocándole una sonrisa, murmuró.

Thanks, machote.

Carlos y Juan se miraron al oír aquello y reprimieron una carcajada, pero Noelia acercándose a su primo murmuró con disimulo:

—Tomi… cierra tu bocaza que no es momento de ligoteos.

—Lo sé… lo sé… ¿pero tú has visto qué pinta tienen todos estos hombres de Harrelson vestidos de black? Oh, Dios… me quedaría con cualquiera de ellos ¡qué bodiesl

—¡¿Tomi?! —protestó de nuevo para hacerle callar.

La joven, al ver el movimiento de los hombros de los dos hombres, intuyó que estaban riendo y acercándose al gigante que había hablado con ella le tocó en el brazo para llamar su atención.

—Por favor, disculpe a mi primo. Las situaciones tensas le aligeran la lengua.

Juan la miró y fue a responder cuando se oyó:

—Estelle, cariño mío. Qué susto. ¡Qué horror! ¿Estás bien? Dime que estás bien.

La actriz y el policía al oír aquello desviaron la mirada y comprobaron que aquel que hablaba era Mike Grisman, que entraba en el salón con gesto de preocupación. Carlos al verle aparecer le paró sin pensárselo. No le dejó continuar hacia la joven. Su amigo no se lo había pedido, pero Juan se merecía aquellos minutos con ella.

Consciente de que su trabajo había terminado y se tenían que marchar, Juan ordenó con un movimiento de mano a sus hombres que sacaran a los secuestradores del salón. Luego, clavando sus inquietantes ojos en la mujer que no le quitaba ojo de encima, murmuró:

—Señora, ha sido un placer conocerla.

—El placer ha sido nuestro, guapetón —respondió Tomi tras un suspiro mientras la joven le observaba.

Sin querer continuar un segundo más junto a ella Juan se dio la vuelta, pero ella le agarró de nuevo del brazo.

—¿Ya te vas? le preguntó.

Al volver a sentir su contacto a través de la tela de su uniforme se volvió para mirarla. Tenerla allí, tan cerca, tan tentadora y después de tanto tiempo le confundía. ¿Qué narices estaba haciendo mirándola? Claramente ofuscado, se deshizo de su mano y sin querer escucharla se dio la vuelta y dijo a su amigo con rotundidad:

—Díaz, deja que el guaperas se acerque a consolar a la canija. Vámonos. Nuestro trabajo ha acabado.

Juan salió por la puerta sin mirar atrás, pero Noelia que lo había oído, de pronto se quedó helada. Había oído la palabra canija y solo había dos personas en el mundo que la hubieran llamado así. Una fue su abuela y otra… otra…

—No puede ser… —murmuró mientras comenzaba a seguirle.

Pero antes de que pudiera evitarlo, Mike llegó hasta ella y la abrazó impidiendo que continuara su camino. Sin ningún tipo de miramiento ella se desenvolvió de aquel abrazo y corrió hacia la puerta. Necesitaba encontrar a aquel policía. Necesitaba comprobar algo. Pero, cuando por fin consiguió llegar, no pudo salir. La aglomeración de gente y prensa era tremenda. Corrió hacia un lateral del salón y se asomó a una de las ventanas rotas. Desde allí solo pudo ver como aquel grupo de hombres vestidos de negro que le habían salvado la vida se montaban en un furgón oscuro y desaparecían.



















7

Al día siguiente la noticia de lo ocurrido a la estrella de Hollywood en España ocupó todas las portadas de los diarios y revistas del corazón. La prensa dio titulares como «Estela Ponce una rehén liberada» o «Los geo españoles evitan un conflicto internacional». Aunque el que más gracia les hizo fue «Actriz de Hollywood salvada por los nuestros. Los GEOS Españoles.»

—Podían hacer una película de esto —se mofó Carlos mirando el periódico.

—No te extrañe que la hagan —sonrió Juan poniéndose una camiseta blanca mientras escuchaba de fondo la música de AC/DC—. A los yanquis les encanta reflejar en el cine este tipo de cosas.

—Oye… pues espero que piensen en nosotros. No estaría mal participar en un rodaje y ser famosos —rio Carlos dejando a un lado el periódico—. Aunque conociendo a estos yanquis pondrán al imbécil ese de Mike Grisman en el papel principal.

Juan se carcajeó.

—Anda… deja de hablar de ese estirado y vamos a entrenar. Lo necesito.

—Oye capullo, grábame este CD de AC/DC.

—¿El de Back in Black?

—Sí. Creo que mi churrita me lo tiró a la basura. ¿Te puedes creer que dice que no soporta esta música con lo buena que es?

—Mujeres —susurró Juan consciente de lo mucho que horrorizaba a sus conquistas aquel tipo de música.

Divertidos por los comentarios que soltaron respecto a AC/DC y a las mujeres, se encaminaron hacia el gimnasio.

—¿Todo bien, nenaza? premunió Carlos a Juan.

—Sí. Y deja de llamarme nenaza o te arrancaré los dientes.

Carlos rio y respondió tras darle un puñetazo cariñoso.

—Es que me pone… nenaza.

Ambos sonrieron por aquello y volvió al ataque.

—Ella está muy guapa.

—Siempre lo fue —respondió acelerando el paso.

—¿Por qué no le dijiste que eras tú? Quizá te recordara.

—No era buena idea.

—Joder, macho que esa era Estela Ponce.

—Yo Juan Morán ¿Cuál es la diferencia?

Con una sonrisa socarrona Carlos miró a su amigo y murmuró:

—No te lo tomes a mal, pero las piernas de ella me gustan muchísimo más que las tuyas, entre otras cosas.

—Cállate —ordenó.

—No me jodas, macho. Que estamos hablando de una de las actrices más queridas de Hollywood. La que los directores de todo el mundo se rifan para trabajar con ella, sin contar con que la humanidad está rendida a sus pies.

—Gracias por la información churri. No la sabía.

Aquello hizo sonreír a Carlos. Si algo tenía claro aquel era que su buen amigo conocía absolutamente todo de aquella mujer. En más de una ocasión le había pillado observando una foto suya en prensa o leyendo alguna crítica de sus películas.

—Oye… no es por meter cizaña, pero la escena de la película que vimos el otro día, esa en la que ella sale con ese biquini de cuero impresionante. Dios ¡qué pechos!

—Me estás cabreando —resopló Juan.

—¿Por qué? Solo hablo de una actriz de Hollywood.

—Háblame me de ti —se mofó Juan—. Eres más interesante.

—Gracias, pero prefiero hablar de ese bombón.

Cansado de aquella insistencia Juan repitió.

—No quiero hablar de ello ¿de acuerdo, churri?

—Juan escucha —dijo deteniendo el paso—. Lo que ocurrió fue hace diez anos, todos éramos unos críos y estoy seguro que ella guardaba también buen recuerdo de ti y…

—¿Por qué no cierras el pico de una puta vez?

—Porque soy tu mejor amigo y sé lo que piensas. No hablo de que estés enamorado pero…

—¡¿Enamorado?! ¡Pero qué jodida chorrada estás diciendo! — gritó descompuesto.

Al ver la cara de mala leche con que su amigo le miraba retrocedió un paso.

—Vale… me he pasado, lo reconozco. Soy un bocazas.

—Joder macho, vale ya con esto —protestó.

—Esa mujer te dejó marcado y…

Al límite de su paciencia Juan le empujó contra la pared.

—Lo que ocurrió fue algo que ninguno provocamos, pero pasó. Ahora, podrías hacer el favor de callar esa puta bocaza antes de que me cabrees y te la cierre yo de un puñetazo. No estoy de humor y te aseguro que me estás llevando al límite de mi paciencia, y por mucho que te quiera como amigo y exista confianza entre nosotros, si continúas con ello, te juro que te lo voy a hacer pagar.

Dicho esto, Juan, separándose de él, comenzó a caminar. No le gustaba hablar de aquello, ni recordarlo. Pero conocía a Garlos y lo cabezón que era. Dos segundos después le dio alcance:

—De acuerdo. No hablaré más de ello. Pero si yo hubiera sido tú, la hubiera saludado. No todo el mundo ha estado casado, aunque fuera quince minutos, con la maciza de Estela Ponce.



















8

En una de las mejores suites del hotel Ritz, Noelia desayunaba junto a su primo. No habían parado de recibir llamadas de los Estados Unidos preguntando cómo se encontraba tras lo ocurrido. Amigos como Salma, Angelina y Brad. Jennifer y un sinfín más de actores la llamaron preocupados a su móvil para saber si se encontraba bien. Noelia les atendía agradecida, pero ya estaba al límite de sus fuerzas cuando de nuevo sonó el teléfono. Ahora el de la habitación.

—Estelle, ¿estás bien?

Se tensó al oír la voz de su madrastra. Ella, Mike Grisman y su padre eran las únicas personas que la llamaban así. Se sentó junto al teléfono y respondió:

—Sí. Estoy perfectamente. No me ha ocurrido nada. Fue solo un susto.

Samantha Rice, una impresionante mujer de ojos rasgados y sensuales prosiguió:

—Tu tía Lula ha llamado. ¿Está bien Tomi?

Desviando la mirada hacia su primo que desayunaba con un hambre voraz respondió:

—Estupendo. Aquí le tengo comiendo como un animal.

—¡Perra! —susurró aquel al escucharla mientras masticaba un trozo de tostada con mantequilla.

El vacío de comunicación entre ellas se hizo patente una vez más, pero Samantha estaba dispuesta a continuar conversando.

—¿Ocurre algo?

Molesta por aquella forzada preocupación siseó:

—Estoy bien, aunque algo cansada. Los horarios aquí son diferentes y llevo horas contestando el teléfono. Necesito dormir.

—En cuanto me melgues quiero que arranques el teléfono de la pared y descanses ¿me has oído? Si no descansas tu piel se ajará y te saldrán unas horribles bolsas bajo los ojos que luego te costará semanas quitártelas de encima.